"No sé si esto se pueda leer como una larga crónica o como un testimonio. El caso es que yo anhelo que tomen esto como una experiencia inolvidable para mí, por lo trágico y casi inverosímil de los hechos. En aquel lugar conocí al señor Clemente, un campesino ayacuchano que ahora vive solo, en una covacha de quichas y adobe, trabajando en ocasionales labores agrícolas, lo que le permiten seguir respirando los gélidos aires de Kolkamarka. El lenguaje que utilizo en el relato es casi el mismo con que el señor Clemente me dio a conocer sus vivencias felices y trágicas, con esa su expresión propia y peculiar, con todas esas sus inflexiones quechuas y modismo regionales".

"Premio Copé de Oro, II Bienal de Novela, Premio Copé Internacional 2009"