"Ante ninguna obra de Platón ha vacilado tanto el juicio de la posteridad como ante el Fedro. Durante mucho tiempo se le consideró un trabajo iniciático y punto de partida para comprender el sentido último de su obra, puesto que brindaba un sucinto compendio de las ideas platónicas acerca de la relación entre la escritura, la palabra hablada y el pensamiento, y era, por tanto, el pórtico por el que se accedía al templo de la filosofía de Platón. El arranque ditirámbico por el que Sócrates se deja llevar en su discurso sobre el eros, se tenía por indicio seguro de su origen temprano. Sin embargo, la investigación posterior ha desplazado este diálogo hasta la última fase de la vida del filósofo. El Fedro sólo puede comprenderse como una nueva fase en la actitud de Platón ante la retórica. En el Gorgias esta actitud es todavía de franca repulsa; la retórica es, para él, la suma y compendio de una cultura que no se basa en la verdad, sino en la simple apariencia. Mientras que la retórica de la época se orienta cada vez más hacia el arte de la escritura y el 'discurso gráfico', Platón funda la superioridad educativa de la dialéctica filosófica sobre la retórica en el hecho de que la dialéctica se dirige directamente al espíritu y lo forma. Con el Fedro se inicia una etapa de escepticismo ante la palabra escrita y de confianza en una paideia que pone un énfasis mayor en la formación dialéctica del espíritu hacia la búsqueda de la verdad." — contracubierta.